Gracias Banana por el envío, tremendo reportaje “Vayas adonde vayas”: Jaime Roos con Pipe Stein. O mejor dicho, registro de una charla entre amigos. El Jaime, un crack, como siempre. Y con el Pipe juegan de memoria. Porque son amigos de la vida, ambos fanáticos de Defensor (todo está salpicado de violeta), pero además porque el entrevistador sabe darse el lugar que le corresponde, para lo cual hay que saber preguntar y saber callarse, porque el protagonista es el otro. Y a este, le sobra protagonismo.
La primera referencia que tuve del Jaime me la dio el Sabalero, en México, a inicio de los ’80, cuando en Uruguay brotaba, con fuerza, el movimiento que dio en llamarse (no sin cierta segunda intención) Canto Popular. “De todos esos músicos y cantores que están surgiendo, el que va a llegar más lejos es uno que se llama Jaime Roos” me dijo José.
Y conocí a Jaime personalmente también debido a la común amistad con el Sabalero. Fue en 1985, ya de regreso en Uruguay, en una actuación nocturna que José iba a tener en la cancha de Danubio, adonde yo lo llevé en el Fusca que me prestó mi hermano. Estaban en los preparativos previos, cuando se vino bruta tormenta, empezó a llover y encima ¡un apagón!
Tocó retirada para los cuatro gatos locos que habíamos llegado, entre los que estaba el Jaime. Por motivos que no recuerdo, habíamos entrado por una puerta lateral de la cancha, adonde había quedado el auto, y nosotros estábamos en lo que vendría a ser el palco, y para irnos teníamos que atravesar la cancha en diagonal. Hicimos el cruce de aquel barrial bajo una llovizna con viento, en completa obscuridad, cargando guitarras y demás bártulos musicales. La casualidad quiso que yo quedara caminando al lado del Jaime, al que José me había presentado aportando como dato el de que yo era “un uruguayo del que me hice amigo en México”.
Entre maldiciones al temporal y puteadas al apagón, en una Jaime, en tono evocativo me dice: “te imaginás, si contás en otro país, en una rueda de uruguayos exilados, que ibas en una noche montevideana con lluvia y apagón, con el Sabalero y el Jaime, cruzando la cancha de Danubio, con el barro por los tobillos, por un toque que no salió? Habría un coro de exclamaciones de entusiasmo y envidia por no vivir ese momento maravilloso, que para nosotros es una mierda!” Me quedó grabado, como una síntesis genial del abismo, generado por la nostalgia, que separa los sueños de la realidad.
Pero volviendo a la charla inicial entre dos “personas de bien” (hinchas de cuadros chicos), menudearon las anécdotas sobre jugadores, canchas y campeonatos, en particular, por supuesto, los logrados por Defensor. El primero, el de 1976, calificado por Jaime como un parteaguas histórico en la historia del futbol profesional uruguayo, y el de 1991, comentado entre chistes y sonrisas cómplices entre ambos “tuertos”, dado que en la última fecha, a Defensor le alcanzaba un empate para consagrarse campeón, y parece que Central, el rival de turno, “no se esforzó demasiado” y el empate se logró sin sobresaltos.
Otro aporte al anecdotario de instituciones amigas de Defensor lo hacía mi tío “el Vasco” Gette, un tipo de un humor inagotable, al que, siguiendo con el Sabalero “esa puta vieja y fría, lo tumbó sin avisar” cuando solo tenía 51 años.
Contaba el Vasco en un almuerzo en casa que eran tradicionales las “buenas relaciones” que históricamente habían existido entre Defensor y Liverpool. Y sugería que el pico máximo de dicha amistad se había dado en un partido entre ellos, allá por la década del 40, en el que a ambos “les servía” un empate. Pasaban los minutos y el 0 a 0 parecía inamovible. Pero un jugador -no recuerdo de cuál de los dos equipos- aburrido de los pases intrascendentes, la quiso reventar para afuera de la cancha, “con tan mala suerte” que la clavó en un ángulo del arco contrario, y su gesto reflejo fue: ¡agarrarse la cabeza! Por supuesto que no bien movieron, el otro equipo “logró” el empate, y el partido terminó con un justo 1 a 1.
Mi viejo, socio fundador del glorioso negriazul, negaba las “patrañas” de su cuñado bolsilludo, pero en su sonrisa se leía “una que les hacemos por las muchas que nos hacen…” refiriéndose por supuesto a “grandes y chicos”.
Pero ni Defensor ni Liverpool, ambos campeones uruguayos, son equipos “chicos”, depende de la unidad de medida. Por el número de socios o seguidores, o la importancia de los títulos logrados, por supuesto que lo son, comparados con Nacional o Peñarol. Pero hay algo especial, por lo general vinculado al barrio o la familia, de Davices contra Goliaces, de rebeldía contra la impunidad del Mandamás, que no sé explicar bien pero que nosotros entendemos. Y cierro (esto va muy largo) con una anécdota de alguien que de este tema sabe más y lo expresa mejor.
Hace varios años estuvo en Montevideo, a presentar un nuevo libro suyo (“La alcoba dormida”) el escritor mexicano Juan Villoro, gran futbolero, autor también de “Dios es redondo” conocido libro sobre fútbol. Tuve la oportunidad de charlar un rato con él antes de la presentación, identificándonos ambos como hinchas de cuadros “chicos”, Necaxa y Liverpool, y las implicancias del caso.
Al final de la presentación, cuando le alcancé mi ejemplar del libro para la tradicional dedicatoria, escribió: “Para Rodolfo Irigoyen con el enorme gusto de compartir la pasión por los equipos románticos de fútbol, que ganan más partidos en la imaginación que en la realidad. ¡Viva el Liverpool! Con gran afecto, Juan Villoro”
Julio de 2025